Te vas a morir

 Y ya está. Asúmelo. Es un hecho tan real que no admite discusión. Al menos a día de hoy. Así que como te vas a morir, vamos a poner negro sobre blanco ciertas cuestiones que quizás sea interesante que te plantees. Porque nada es tan grave. Nada es para tanto. Y, desde luego, nada es definitivo. Salvo la muerte, algo que tienes asegurado. 

Hay que asumir que todo esto es un tránsito y que de lo que se trata, posiblemente, es de cómo llevar este tránsito. En cómo lo pasamos mientras andamos por aquí. Relativizar esta cuestión (y en realidad, todas), puede llevarte a enfrentarte a la vida de un modo mucho más lúcido. Tanto que, si realmente llegas a relativizar de un modo saludable el asunto, tus sufrimientos se pueden ver disminuidos en un porcentaje altísimo. Y esto no lo digo yo (en realidad, yo no digo nada, tan solo transmito lo que opino o lo poquísimo que sé), si no que la filosofía antigua ya nos ponía sobre aviso. Efectivamente, hablo del estoicismo. 

Bien, pues como ya hemos asumido que nos morimos, vamos a centrarnos en aquello que podemos controlar. Y es la vida. Es lo que hacemos mientras morimos. Y ahí sí que tenemos mucho más control. Al menos, en lo que está bajo nuestro dominio directo. No merece la pena preocuparse por aquello que depende de otros. Preocúpate en cómo reacciones a eso que hacen otros. Eso sí está bajo tu control. Y los actos que tú llevas a cabo. Y los pensamientos que tienes. Ojo, no las emociones. Las emociones son instintivas. Los pensamientos están sometidos a la cognición. Estos últimos sí que puedes manipularlos. Están afectados por sesgos, experiencia, costumbres… y puedes modificarlos, pues los pensamientos son las emociones pasadas por el filtro de nuestro maravilloso cerebro. Es decir, que tú eres capaz de influir en ellos. Lo mejor, como siempre en estos casos, acudir a profesionales de la psicología, y que ellos te lo cuenten. 

Otro punto de cómo decidimos vivir nuestra vida es la calidad de los hábitos que vamos a tener. Por ejemplo, puedes pasarte la vida fumando, bebiendo, comiendo basura, quejándote de todo, culpando a todo el mundo de todo lo que te pasa, durmiendo poco y mal, viviendo en un desorden constante. O por ejemplo, puedes vivir así: te mueves, haces ejercicio, comes de forma equilibrada y saludable la mayor parte del tiempo pero, de vez en cuando, si te apetece, te permites otro tipo de alimento, te apoyas en psicólogos/as para cuidar el coco, haces planes que implican incluir la naturaleza en ellos, lees, procuras aprender cosas nuevas de vez en cuando, cuidas tu higiene del sueño…

Todo son elecciones. Menos la muerte. Te vas a morir. Eso no lo eliges tú. Pero qué haces mientras llega ese momento sí. Y casi que un poco el cómo llega ese momento también lo eliges tú. Nadie habla de que vivas en un régimen inflexible de hábitos imposibles de llevar a cabo. Pero lo que no es normal, tampoco, es vivir tal y como reflejo en el primer ejemplo. Igual crees que sí. Igual crees que el ser humano está diseñado para eso… Bueno, pues no. Y si no me crees, estudia. Casi todo se pasa estudiando mucho y aprendiendo cosas. Sé que siempre que hablamos del tema de hábitos saludables y sostenibles, la respuesta general es: “es que no se puede hacer todo eso”, “es que quién vivie así”, “es que no se puede ser perfecto todo el día”. Bien, como sabes que no me corto un pelo, diré claramente que esas frases son una auténtica catetada. Y punto. Lo que no se puede hacer es vivir en contra de lo que es tu naturaleza como ser humano. Que quieras convencerte de que lo “normal” es fumar como un cosaco, beber sin control, comer auténtica basura, rendirte al estímulo barato inmediato, no mover el culo ni para ir a por agua al frigo y un largo etcétera, no te va a dar la razón. 

Y por ir terminando, algo que molesta aún más cuando lo comento. Y es el hecho de que, si tus hábitos son esos que he mencionado (los malos), eres un problema para los sistemas sanitarios, para el resto de la ciudadanía, y para mantener un Estado lo más “saneado” posible. Así que, si hablamos de verdad de culpas, yo tengo claro a quien mirar primero. No en exclusiva, pero sí de los primeros. 

Como siempre, y esto no es nada nuevo en mi discurso, se trata de asumir responsabilidades como adultos funcionales (se supope), que somos. 

Que igual los demás no son tan malos como parecen, ni nosotros tan buenos como nos queremos autoconvencer. 

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