La lotería
Existe un fenómeno fascinante. La lotería. Y no por el hecho de que si te toca ganas una buena pasta. Lo gracioso del asunto, lo que hace que te puedas parar a pensar y adivinar cómo es el ser humano, es el miserable y ruin argumentó que existe detrás del clásico gesto de comprar lotería “por si le toca a otro”.
Es que es cojonudo. De verdad. Piénsalo. Qué porcentaje de la sociedad compra lotería no por el hecho de ganar pasta, sino por el hecho de que el vecino gane pasta y él no? Entiendes por dónde voy?
Lo más bonito de mirar la vida con ojos críticos y escépticos, es encontrar esta clase de detalles que te maravillan. No hay una motivación genuina en ganar la lotería. No es el hecho de tener más dinero mañana. No es la lícita ilusión de poder amortizar préstamos o hipotecas con el premio. Es el hecho de no poder soportar, no ser capaz de vivir con la posibilidad de que al que tienes al lado le haya tocado ese dinero y a ti no. Es esa bilis que corroe tantas mentes que te obliga a mirar antes en casa del vecino que en la tuya propia. Esa actitud de señalar al otro. En vez de centrarnos en analizar nuestra vida y buscarle soluciones, puntos de mejora, aspectos loables y hechos que nos enorgullecen, miramos primero al lado a ver qué hace el otro, no sea que…
Creo que va más allá de la envidia. La envidia es otro de esos puntos que nos caracteriza. Pero diría que esto se acerca más al odio. A la intolerancia. Al odio e intolerancia que nos tenemos a nosotros mismos, en realidad. Me explico. Tú no odias que el otro haya ganado dinero. Odias que tú no hayas podido ganarlo. Tú toleras, porque lo entiendes, que el que haya jugado la lotería haya ganado dinero. Lo que no toleras es que tú no la hayas jugado. Que no hayas “aprovechado” esa oportunidad.
Ahora, trasládalo al mundo del “éxito” profesional o personal. No odias al otro porque haya tenido éxito cuando ha montado su negocio. No es que no soportes al otro porque en sus relaciones personales haya encontrado el equilibrio y la calma. Lo que no puedes ser capaz de asumir es que te faltan agallas para buscarlo tú mismo. Y eso es lo que sí define una sociedad. El hecho de poner el foco fuera de nuestro rango de control, y escupir pura mierda en “modo ventilador” porque no fuimos lo suficientemente valientes para intentarlo nosotros mismo. El reconcome, el arrepentimiento, la insatisfacción de ni si quiera intentarlo. Y entonces es cuando se produce el mágico efecto de intentar destruir a los demás hablando auténtica basura de ellos porque así podemos quitarnos de encima ese sentimiento de auténtico asco que nos tenemos a nosotros mismos y que nos amarga la existencia.
Sí, es duro. Sé que quizás te hayas ofendido o hasta sentido insultado con este último párrafo. Lo cierto es que me importa poco. Cada uno de nosotros viajamos con una mochila de la cual somos responsables. Yo hace tiempo me hice responsable de la mía. Bastante ha costado. Y no es mi responsabilidad hacerme cargo de la tuya. Tal vez, con suerte, opiniones como estas te remuevan lo suficiente para ponerte manos a la obra y hacerte cargo de “tus cosas”. Eso sería maravilloso.
Siempre es bueno, creo, hacer un durísimo ejercicio de análisis interno y de ponernos frente al espejo para reconocernos a nosotros mismos. No con el objetivo de odiarnos. Si no con el objetivo de conocernos para poder poner en marcha los cambios necesarios para gustarnos más.
El músculo se entrena. La mente también. Si en alguno de ambos aspectos estás débil, serás débil.
Efectivamente, la sociedad a nivel emocional no está preparada para asumir sus propias mierdas. Pero siempre hay quien las trabaje e intente ser más chachi 😉 A por ello 💖
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