Sobre emprender y el precio de las cosas

 Quizás no me gane hoy las simpatías de mucha gente escribiendo esta entrada.

Quizás muchos no comprendan (o quieran comprender) mis palabras. 

Quizás se me etiquete en un espectro político extremista, sea de uno u otro lado, según quién interprete mis palabras. Hoy en día todo se politiza.

Y quizás también haya quien piense que ya no soy el mismo.

Y mira, esto último es cierto. No soy el mismo dado que he experimentado más cosas, y ahora puedo hablar desde una perspectiva que antes desconocía. Ahora puedo hablar desde MI (atención al uso consciente de mayúsculas) experiencia. No quiere decir que antes no pudiera opinar, pero sí que ahora lo hago habiendo sido protagonista de los hechos y por tanto hablando como alguien que sí ha vivido aquello de lo que opino. Respetables ambas posturas, pero quizás más útiles las de aquellos que hablan desde la experiencia (aplíquese para todo).

Decidí emprender en su momento (a veces llego a odiar esa maldita palabra...), y ya han pasado suficientes lunas como para emitir un juicio. O eso me creo yo, claro. Y una de las principales conclusiones que saco es que, nos guste o no, las cosas cuestan dinero. Es decir, las cosas tienen precio. Porque si no (y aquí muchos igual se echan manos a la cabeza, dado que opinan que todo debe ser vocacional y, por tanto, no remunerable) no se harían. Y creedme si os digo que por lo general, la mayoría de las cosas tienen un precio por debajo de su coste. Porque al coste tangible de la cuestión que se trate (producto o servicio), se le suma el coste real del asunto: el coste mental. El coste humano psicológico o emocional (tanto da la palabra utilizada al caso). 

Vivimos una época de quejas constantes. Por encima de nuestras posibilidades. Cierto es que puede que vengamos de una época en que nos quejábamos poco, y que ello llevara a circunstancias poco apropiadas si hablamos de entorno laboral concretamente. Pero lo de ahora es exagerado. Considero que se llega a puntos de infantilismo aberrante, donde cualquier mínima cosa es objeto de queja encendida por parte del supuesto agraviado. Y además se le suma la falta de paciencia y atención. No puedes fallar, porque además de que no debes (por no sé muy bien qué Ley divina o mortal), no se te ofrecerá un mínimo de tiempo para solucionar un error. Todo ya, al instante. La sociedad Nespresso, que dijo aquel, y que alguna vez más he citado. La queja llega al punto de que no puedes si quiera descansar en tu casa, tranquilamente con tu hijo, sino que debes estar disponible a las 22:00h de la noche si el ofendido o víctima auto-reconocida cree que es el momento de discutir aquello que le aflige. 

Y es que esa es otra. Los teléfonos, mails, WhatsApp, Telegram, Instagram y demás parafernalia digital que te hace estar conectado 24h al día. Mensajes a las 23:00h, correos el sábado por la tarde, WhatsApp el domingo a las 22:30, mensaje directo en Instagram a las 4:00h de la madrugada... qué mas da. Quiero esto y lo quiero ya. Y si no, no haber emprendido, maldito ricachón con empresa. 

Esto último lo saco a conciencia, para traer otro problema aparejado que lleva el emprendimiento. Y es que de repente pasas a ser un empresario rico. De la noche a la mañana. Se te mira con otros ojos. En esta España nuestra cuya enfermedad histórica es la envidia, el mirar al vecino, el preferir que le vaya mal al otro a que me vaya bien a mí, el de señalar al de al lado, no se puede tolerar que alguien que trabaja 70 horas a la semana tenga éxito. ¡Hombre por Dios! Además, como has decidido convertirte en autónomo o empresario, intentemos todos aprovecharnos y sacar cacho: que si una rebajita, que si somos dos y por qué no me haces un descuento, que si ahora que te va bien claro, te compras ese coche... Y mira, a esto existen dos contestaciones básicas. La primera, si se quiere hacer rebaja/descuento, debe salir del propio autónomo o empresario. Lo haría gustoso si lo considera oportuno; pero jamás lo obtendrás si lo vas exigiendo. Y en cuanto a lo del coche, o en cuanto a lo de la casa, o las vacaciones, o cualquier circunstancia que alguien considere un lujo porque así lo decide su mente ligeramente simple, es cuestión propia de quien decide en concreto y además terceras personas no tienen los detalles de cómo se ha obtenido una cosa u otra. 

Mi análisis de todo esto es que la política ha contaminado todo. No existen los autónomos o PYMES que se matan a trabajar y cuya subsistencia depende de un mal mes que tire todo por la borda. De algún modo, el colectivo social ha asignado y equiparado la palabra empresario a rico. Y pocos somos Amancio Ortega. Esa no es la imagen real del autónomo en España. El tejido empresarial está formado principalmente por autónomos y PYMES. Y como hablaba en el inicio de este texto, desde la experiencia de haber pasado por los tres niveles de posición profesional (cuenta ajena, autónomo, empresario), la de autónomo es sin duda la más exigente. Seguida de la de empresa. La presión económica es abismal. Las obligaciones son interminables. Las presiones de la Administración Pública infinitas. Y para que se entienda todo esto, y para que quien aun así no quiera escuchar lo que digo, que tenga en cuenta que en mi caso (ahora hablo particularmente de mi ejemplo), hay empleados que cobran más que yo. Y si relativizamos sueldo y horas trabajadas, yo soy extraordinariamente pobre y mis empleados clase media/alta. Y no me quejo. No se trata de eso. Se trata de concienciar de lo que supone  trabajar de lunes a sábado entre 12/13 horas diarias; domingos 5-6 horas. La pérdida de vida social, personal. La planificación de cosas que no sean exclusivamente trabajo. Y todo esto, debe verse repercutido en "el precio de las cosas".

Pretendemos vivir un mundo en el que solo cobremos bien nosotros mismos. Aludiendo a otro artículo que escribí (culpas en 1ª vs en 3ª persona), en este caso sí hablamos en primera persona cuando se trata de cobrar. Pero cuando se trata de lo que cobran otros (tercera persona), ahí ya pica más el asunto. Y esta pulla va para quien también sea autónomo/empresario. Si tu producto o servicio consideras que vale x, no juzgues cuando acudes al negocio de otro autónomo/empresario y consideras que es caro. Nadie da un servicio extraordinario a 6€/hora. Reflexiona todo lo que exiges al tipo en cuestión más allá de su servicio o producto, y juzga juiciosamente si el precio es alto o no. Porque igual llegas a la conclusión de que su coste es inmenso. 

Y todo esto viene simplemente a confirmar algo que llevo tiempo pensando, pero que poco me puedo aplicar a mí dado que intento sacar adelante algo que me propuse levantar sí o sí o también (y pienso hacerlo). Y es que todos debemos relajarnos. Relájate. Deja de quejarte, deja de exigir. Respira, sosiega tu vida, tu entorno. Haz aquello que puedas con aquello que está bajo tu control, y toma con más calma (y prudencia) aquello que no depende de ti. 

Valora con espíritu crítico las circunstancias que te rodeen, y de forma justa. No utilices ese rencor, sed de venganza, envidia mal disimulada, frustración interna o mal entendimiento del otro como arma para generar de nueva esa rueda de malas emociones. 

Y último consejo (hoy sí me siento con la soberbia necesaria para "aconsejar"). Lee y escucha. No libros y podcast. Lee y escucha a quien te dice algo. No atender se está convirtiendo en uno de los principales problemas de las empresas. Y ese problema lo tienes TÚ. Si te han dado las cosas por escrito (incluso firmado), si te han dicho algo que te concierne y afecta, atiende, porque luego la culpa no será jamás de quien te trasladó el mensaje, si no de quien no quiso atenderle. Y, ahora que lo pienso, no solo en las empresas; en la vida en general. Atiende.

P.D.: un abrazo!


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