La coherencia y los tiempos que corren
Seguro que conoces a alguien así.
Líderes de moral que te afean tus comportamientos cuando éstos son contrarios a sus ideales. Al menos, a los ideales que te venden tener y por los que se supone discurren su vida y actos. Otra cosa ya es que la realidad muestre coherencia entre tales ideales que defienden de forma feroz con respecto a cómo se comportan. Ahí ya se complica el asunto. ¡Claro! "¿Cómo vas a exigirme a mí nada, si me sitúo en un escalón por encima tuyo de la ética humana?" Es ironía, por supuesto. Es ironía porque esta clase de personajes se manejan muy bien en ese terreno ambiguo en el que parecen auténticos seres llamados a mejorar la especie y a su vez auténticos miserables que cometen los mismos actos que tú (punibles), pero alzando la voz y levantando el dedo acusador en sentido contrario para "escurrir el bulto". Vamos, el clásico consejos vendo que para mí no tengo.
Es maravilloso. Suelen responder a una tipología muy concreta y que se asemeja en varios puntos. Por ejemplo, el nivel de soberbia que alcanzan es tremendo. Y es que debe ser así. Porque si no sería imposible explicar la hipocresía que demuestran vendiendo sus principios y actuando de forma totalmente opuesta. También suelen escabullirse muy bien cuando les señalas estas incoherencias en su discurso. Utilizando una comparativa muy habitual y que representa muy bien esto que digo, sería la del ventilador. En el momento en que eres tú quien les evidencia la falta de coincidencia entre sus fuertes ideales y el comportamiento que han tenido, rápidamente encienden el ventilador y pasan a la ofensiva acusándote a ti de hacer lo mismo, cambiando de tema, o sacándote cualquier otro asunto por el que puedan acusarte desde su atalaya humanista. También tienen un rasgo común por el que suelen ser tipos que ridiculizan y procuran humillar a su entorno. Y también tiene lógica. Si eres un líder moral, si tu opinión es la única que vale, si vives por encima del resto de los mortales porque te sientes mejor, solo queda reírte de cuantos no reproducen tus mismos patrones. El último rasgo común que suelo encontrarles es la capacidad que tienen para etiquetar sin dar pie a conocer al etiquetado. Simplifican la vida y antes si quiera de que seas consciente ya eres un rojo, un facha, un machista, una feminazi, un caradura, un explotador... Y para señalarlo recurren al punto anterior. Humillarte. Porque darte la oportunidad y el tiempo necesario para conocerte como humano lo dejamos aparcado, no vaya a ser que descubran que eres mejor que ellos.
Y es que la vida es muy compleja para simplificar tanto. Y aquí me mojo. Quien tiende a simplificar todo, quien acusa sin conocer, quien abre la boca antes de tiempo, quien te juzga sin escucharte, quien manipula la realidad buscando su auto-aprobación, es un tonto. Un simple bobo que poco ha entendido la complejidad del ser humano. Un fanático que solo escucha, lee y observa a quien confirma sus propias ideas. Es decir, lo que en ciencia se llama sesgo de confirmación.
Allá cada cual. Yo prefiero hacer uso de la prudencia. Lee a Baltasar Gracián, El arte de la prudencia. Y sabrás a qué me refiero.
Hasta la próxima.
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